domingo, 7 de julio de 2013

Loba Leire I. El inicio.

Otra vez iba tarde por culpa del maldito autobús pero esta vez estaba bien jodida. Era mi gran oportunidad. Llevaba dos años trabajando como becaria en una firma de publicidad y por primera vez me habían dado la oportunidad de presentar mi propio proyecto ante el mismísimo director general al que ni tan siquiera conocía personalmente. Solo me faltaba llegar tarde.
Todo el mundo comentaba que era un tipo muy exigente y las chicas además decían que era muy atractivo y con fama de mujeriego. Pero a mí lo único que me interesaba era que mi proyecto le impresionara y me hiciera un hueco fijo en su empresa.
Por fin llegué con el tiempo justo y me presenté ante su secretaria. Era una chica muy atractiva que nada más llegar me miró de arriba a abajo dándome un repaso y me dijo que me metiera bien la camisa. 


Con las carreras me había desaliñado un poco. Me señaló un espejo que había en la pared y me compuse un poco la ropa y el pelo.
Después de tanto correr aun me tuvieron un cuarto de hora esperando pero por fin me tocó entrar.
Pasé al despacho y el Sr. Barreiros se puso de pié y me ofreció la mano.
Tras presentarme nos sentamos y me pidió que le mostrar mi trabajo. Le entregué mi portafolios con la campaña que había diseñado y se puso a estudiarlo muy atento.
Mientras lo hacía me di cuenta de que realmente era un hombre bastante interesante a pesar de sacarme 20 años y el despacho tenía una curiosa decoración con fotografías en blanco y negro de las campañas más sugerentes de la compañía.
Finalmente me miró fijamente y me dijo.
Jaime: Ha hecho usted un gran trabajo. ¿Cuánto tiempo lleva usted como becaria?
Leire: Dos años Sr. Barreiro.
Jaime: Por favor, llámame Jaime. Aunque soy mayor que tú no me gusta tener que estar recordándolo constantemente.
Sonreí ante su comentario sin saber qué decir.
Jaime: Bueno Leire, creo que va siendo hora de que formes parte de la empresa. ¿Te gustaría tener tu propio despacho?
Leire: Oh!, muchas gracias, por supuesto. Es lo que más deseo desde hace tiempo.
Jaime: Perfecto pues ahora cuando salgas le dices a Elena que te lo prepare.
Volvió a ofrecerme la mano y nos despedimos. El resto del día fue como un sueño. Tomé  posesión de mi despacho y de mi nuevo estatus de empleada indefinida acompañada en todo momento por Elena que dedico el día a ayudarme.
A última hora de la tarde Elena me preguntó si tenía pensado algo para celebrar el ascenso y le confesé que no así que me propuso ir a tomar una copa.
Acepté y después de componernos un poco en el baño salimos del edificio. Elena me comentó que había un pub cerca en el que ponían música en vivo y en el que había muy buen ambiente así que para allí fuimos.
Era un local muy elegante ambientado en los años cincuenta y nada más acercarnos a la puerta se podían oír las sensuales notas de un saxo. En la puerta un atractivo portero saludó a Elena muy cariñosamente y nos invitó a pasar a la zona VIP.
Una vez sentadas y tomando nuestra primera copa juntas pensé que sería una buena oportunidad para intimar con Elena y que me hablara sobre los entresijos de la compañía. Ese tipo de cosas que una becaria no conoce pero que es bueno saber para sobrevivir. Tras unas cuantas preguntas sobre temas operativos decidí que era el momento de preguntarle sobre la fama de mujeriego del jefe.
Elena se puso un poco sería, me pareció que incluso un poco triste y me dijo que era verdad que Jaime andaba con muchas mujeres pero que podía estar tranquila porque nunca había acosado a una empleada y era todo un caballero. El problema más bien es al contrario, son muchas las que se han enamorado de él.
Tras decirme esto su mirada se quedó perdida en los hielos de su copa y se hizo un incómodo silencio.
Leire: Perdona, quizás he sido un poco indiscreta.
Elena: No para nada. No ibas a tardar mucho en darte cuenta de que estoy enamorada de él.
Leire: ¿Y cuál es el problema?, Tu eres una mujer muy atractiva y estoy viendo que además eres encantadora. Un hombre de su edad y soltero debería estar encantado con una mujer como tú.
Elena: Bueno, Jaime es muy especial. Él ya estuvo casado y juró no volver a hacerlo. Le gusta ser libre y dice que si alguna mujer le quiere debe entender eso y aceptarlo como es. Nosotros tuvimos una relación pero los celos me pueden así que decidí romper para no sufrir. Lo malo es que verlo todos los días es una tortura y yo además soy masoquista.
Leire: ¿Por qué dices eso?
Elena: Ya verás. Mira el escenario.
El saxofonista había terminado de tocar y había un chico mulato preparando un gran contrabajo. Al momento Jaime, el Sr Barreiros, apareció en el escenario con una trompeta y se sentó en una banqueta. Había cambiado su ropa por otra más informal pero destilaba la misma elegancia.
Cuando las notas comenzaron a salir de aquella trompeta los sentidos de Elena fueron secuestrados por la melodía y yo misma me quedé sorprendida por la belleza del tema que estaban tocando.
La verdad es que aquel hombre era muy interesante y por momentos iba comprendiendo cada vez más a Elena.
Elena: Los martes siempre viene a tocar y yo como una boba no me lo pierdo nunca aunque procuro ponerme en esta mesa que está en penumbra para que no me vea. Es uno de sus hobbies.
Nos quedamos calladas escuchando la música y cuando habían pasado un par de temas Elena me cogió la mano con la suya. La tenía fría y algo temblorosa, y sin dejar de mirar al escenario me dejó helada con su pregunta.
Elena: Leire, ¿a ti te gustan las mujeres?
Leire: ¿Las mujeres?, ¿quieres decir que si soy lesbiana?
Elena: No, no te pregunto si eres lesbiana. Imagino que no pero ¿has estado alguna vez con otra mujer?
Leire: Bueno hace años tenía una amiga con la que me di algunos morreillos pero nada más. Cosas de la adolescencia. ¿Por qué me preguntas eso?
Entonces Elena algo nerviosa me soltó la mano y se disculpó.
Elena: Perdona, perdona, es que estoy un poco loca. No me hagas caso. Mira, se me ha hecho un poco tarde. Si no te importa yo me voy ya y nos vemos mañana ¿Vale?

Me despedí de ella un poco desconcertada por su extraño comportamiento y ella salió corriendo hacia la puerta llamando la atención de todos los que estaban en el local. Jaime también la vio salir y luego miró hacia mi mesa como comprobando de dónde había salido Elena. Me miró un segundo y siguió tocando su trompeta como si nada.

Continuará...

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