Otra vez iba tarde por culpa del maldito
autobús pero esta vez estaba bien jodida. Era mi gran oportunidad. Llevaba dos
años trabajando como becaria en una firma de publicidad y por primera vez me
habían dado la oportunidad de presentar mi propio proyecto ante el mismísimo
director general al que ni tan siquiera conocía personalmente. Solo me faltaba
llegar tarde.
Todo el mundo comentaba que era un tipo muy
exigente y las chicas además decían que era muy atractivo y con fama de
mujeriego. Pero a mí lo único que me interesaba era que mi proyecto le
impresionara y me hiciera un hueco fijo en su empresa.
Por fin llegué con el tiempo justo y me
presenté ante su secretaria. Era una chica muy atractiva que nada más llegar me
miró de arriba a abajo dándome un repaso y me dijo que me metiera bien la
camisa.
Con las carreras me había desaliñado un poco. Me señaló un espejo que
había en la pared y me compuse un poco la ropa y el pelo.
Después de tanto correr aun me tuvieron un
cuarto de hora esperando pero por fin me tocó entrar.
Pasé al despacho y el Sr. Barreiros se puso
de pié y me ofreció la mano.
Tras presentarme nos sentamos y me pidió
que le mostrar mi trabajo. Le entregué mi portafolios con la campaña que había
diseñado y se puso a estudiarlo muy atento.
Mientras lo hacía me di cuenta de que
realmente era un hombre bastante interesante a pesar de sacarme 20 años y el
despacho tenía una curiosa decoración con fotografías en blanco y negro de las
campañas más sugerentes de la compañía.
Finalmente me miró fijamente y me dijo.
Jaime: Ha hecho usted un gran trabajo.
¿Cuánto tiempo lleva usted como becaria?
Leire: Dos años Sr. Barreiro.
Jaime: Por favor, llámame Jaime. Aunque soy
mayor que tú no me gusta tener que estar recordándolo constantemente.
Sonreí ante su comentario sin saber qué
decir.
Jaime: Bueno Leire, creo que va siendo hora
de que formes parte de la empresa. ¿Te gustaría tener tu propio despacho?
Leire: Oh!, muchas gracias, por supuesto.
Es lo que más deseo desde hace tiempo.
Jaime: Perfecto pues ahora cuando salgas le
dices a Elena que te lo prepare.
Volvió a ofrecerme la mano y nos
despedimos. El resto del día fue como un sueño. Tomé posesión de mi despacho y de mi nuevo estatus
de empleada indefinida acompañada en todo momento por Elena que dedico el día a
ayudarme.
A última hora de la tarde Elena me preguntó
si tenía pensado algo para celebrar el ascenso y le confesé que no así que me
propuso ir a tomar una copa.
Acepté y después de componernos un poco en
el baño salimos del edificio. Elena me comentó que había un pub cerca en el que
ponían música en vivo y en el que había muy buen ambiente así que para allí
fuimos.
Era un local muy elegante ambientado en los
años cincuenta y nada más acercarnos a la puerta se podían oír las sensuales
notas de un saxo. En la puerta un atractivo portero saludó a Elena muy
cariñosamente y nos invitó a pasar a la zona VIP.
Una vez sentadas y tomando nuestra primera
copa juntas pensé que sería una buena oportunidad para intimar con Elena y que
me hablara sobre los entresijos de la compañía. Ese tipo de cosas que una
becaria no conoce pero que es bueno saber para sobrevivir. Tras unas cuantas
preguntas sobre temas operativos decidí que era el momento de preguntarle sobre
la fama de mujeriego del jefe.
Elena se puso un poco sería, me pareció que
incluso un poco triste y me dijo que era verdad que Jaime andaba con muchas
mujeres pero que podía estar tranquila porque nunca había acosado a una
empleada y era todo un caballero. El problema más bien es al contrario, son
muchas las que se han enamorado de él.
Tras decirme esto su mirada se quedó
perdida en los hielos de su copa y se hizo un incómodo silencio.
Leire: Perdona, quizás he sido un poco
indiscreta.
Elena: No para nada. No ibas a tardar mucho
en darte cuenta de que estoy enamorada de él.
Leire: ¿Y cuál es el problema?, Tu eres una
mujer muy atractiva y estoy viendo que además eres encantadora. Un hombre de su
edad y soltero debería estar encantado con una mujer como tú.
Elena: Bueno, Jaime es muy especial. Él ya
estuvo casado y juró no volver a hacerlo. Le gusta ser libre y dice que si
alguna mujer le quiere debe entender eso y aceptarlo como es. Nosotros tuvimos
una relación pero los celos me pueden así que decidí romper para no sufrir. Lo
malo es que verlo todos los días es una tortura y yo además soy masoquista.
Leire: ¿Por qué dices eso?
Elena: Ya verás. Mira el escenario.
El saxofonista había terminado de tocar y
había un chico mulato preparando un gran contrabajo. Al momento Jaime, el Sr
Barreiros, apareció en el escenario con una trompeta y se sentó en una
banqueta. Había cambiado su ropa por otra más informal pero destilaba la misma elegancia.
Cuando las notas comenzaron a salir de
aquella trompeta los sentidos de Elena fueron secuestrados por la melodía y yo
misma me quedé sorprendida por la belleza del tema que estaban tocando.
La verdad es que aquel hombre era muy
interesante y por momentos iba comprendiendo cada vez más a Elena.
Elena: Los martes siempre viene a tocar y
yo como una boba no me lo pierdo nunca aunque procuro ponerme en esta mesa que
está en penumbra para que no me vea. Es uno de sus hobbies.
Nos quedamos calladas escuchando la música
y cuando habían pasado un par de temas Elena me cogió la mano con la suya. La
tenía fría y algo temblorosa, y sin dejar de mirar al escenario me dejó helada
con su pregunta.
Elena: Leire, ¿a ti te gustan las mujeres?
Leire: ¿Las mujeres?, ¿quieres decir que si
soy lesbiana?
Elena: No, no te pregunto si eres lesbiana.
Imagino que no pero ¿has estado alguna vez con otra mujer?
Leire: Bueno hace años tenía una amiga con
la que me di algunos morreillos pero nada más. Cosas de la adolescencia. ¿Por
qué me preguntas eso?
Entonces Elena algo nerviosa me soltó la
mano y se disculpó.
Elena: Perdona, perdona, es que estoy un
poco loca. No me hagas caso. Mira, se me ha hecho un poco tarde. Si no te
importa yo me voy ya y nos vemos mañana ¿Vale?
Me despedí de ella un poco desconcertada
por su extraño comportamiento y ella salió corriendo hacia la puerta llamando
la atención de todos los que estaban en el local. Jaime también la vio salir y
luego miró hacia mi mesa como comprobando de dónde había salido Elena. Me miró
un segundo y siguió tocando su trompeta como si nada.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario