domingo, 7 de julio de 2013

Loba Leire II. La trampa.

Cuando terminó la actuación pensé que era el momento de irme pero antes de que pudiera hacerlo Jaime se acercó a mi mesa.
Jaime: Buenas noches. Leire ¿verdad?
Leire: Sí, Leire, buenas noches.
Jaime: He visto salir a Elena. ¿Le pasaba algo?. Me ha parecido que estaba alterada.
Leire: No, es solo que se le había hecho tarde.
Jaime: Ya. Me respondió con cierta incredulidad.
Jaime: Elena es una chica complicada.
Quise cambiar de tema ya que ni yo misma sabía lo que había ocurrido.
Leire: Toca usted muy bien.
Jaime: No, por favor, tutéame. Y gracias, la verdad es que la trompeta es una de mis pasiones.
Leire: Elena no me había dicho nada y me ha sorprendido verte salir al escenario.
Jaime: Los chicos del local son buenos amigos y me dejan tocar de vez en cuando. Tocar con público produce una sensación especial.
Leire: Me imagino. Bueno, la verdad es que a mi también se me ha hecho tarde y tengo que irme.
Jaime: Sí, sí claro pero te iba a invitar a una copa así que me la debes.      
Leire: Sin problemas, otro día nos la tomamos.
A cualquier otro le hubiera dado dos besos pero seguía siendo mi jefe así que le volví a dar la mano y nos despedimos.
Al salir al local recordé que tendría que volver en autobús y me puse a caminar hacia la parada. Estaba repasando las sensaciones que aquel hombre me había producido y cada vez me sentía más atraída pero mi simpatía por Elena me hacía ahuyentar cualquier atisbo de deseo.
Cuando había caminado apenas una manzana un coche se situó a mi lado y me tocó el claxon. Era Elena.
Elena: Sube, te llevo a casa.
Leire: No, no hace falta de verdad. El autobús está ahí mismo.
Elena: Sube por favor, quiero disculparme.
Me subí en el coche y Elena avanzó hasta encontrar un hueco en el que parar.
Elena: Perdóname. Vaya primer día que te estoy dando.
Leire: No, no te preocupes. Dime, ¿qué te ha pasado?
Elena: Bueno, es un poco difícil de explicar. Lo primero que quiero aclararte es que no pretendía ligar contigo. Lo que pasa es que hay algo que siempre he querido hacer y que nunca he podido y de repente contigo me he sentido diferente. Capaz de hacerlo.
Yo la miraba inquieta intentando entender algo.
Leire: Y qué es eso que quieres hacer.
Elena: Bueno, prefiero no comentártelo. Solo quería disculparme.
Leire: Pero puedes contármelo. No me voy a asustar de nada y quiero que seamos amigas.
Elena: ¿De verdad no te enfadas?
Leire: Venga dime. No creo que sea tan malo.
Le cogí las manos para darle confianza y comenzó a contarme.
Elena: Jaime vive en un loft en un edifico de lujo y en su planta solo tiene unos vecinos. Son un matrimonio joven. Él se pasa el día viajando y ella es una zorra que está loca por Jaime y que se pasa el día queriendo follar con él. Yo no la soporto pero es verdad que la cabrona está muy buena y Jaime no le hace ascos. Lo que más me jode es que la muy puta cuando quiere asegurarse el polvo llama a una sobrina suya que es bastante golfilla y se montan un trío con Jaime.
Siempre he querido ofrecerle algo parecido a Jaime para distraerlo de esa relación pero nunca he sabido con quien. No tengo ninguna amiguita ni nada parecido.
Elena se quedó callada mirando hacia los pedales del coche avergonzada, como dejándome asimilar la historia.
Leire: Bueno. No es una cosa tan mala. Además, supongo que me debería sentir alagada teniendo en cuenta que has pensado en mí para hacer algo que nunca has hecho antes.
Elena: Sí pero vas a pensar que estoy loca. Nos hemos conocido esta misma mañana.
Leire: Mujer, no creo que estés loca. Como mucho enamorada que es casi lo mismo.
Sonreímos.
Leire: El problema es que aunque tú eres muy guapa y Jaime muy atractivo, pensar en hacer un trío así en frío es un poco… no sé. Las cosas ocurren de otra manera. Además no creo que necesites ayuda para llamar la atención de Jaime. Estás estupenda.
Elena: Lo sé, lo sé. Ya te digo que se me ha ido un poco la cabeza. Y no es que Jaime no me preste atención. Sé que puedo acostarme con él cuando quiera. Lo que no quiero es que se siga acostando con esa zorra.
Leire. Me gustaría ayudarte pero no se me ocurre cómo y tampoco quiero poner en peligro mi puesto de trabajo. Entiéndeme, hoy es mi primer día.
Elena: Lo sé, y te entiendo.
Otra vez volvió a cogerme la mano.
Elena. Puedo pedirte al menos un favor.
Leire: A ver, dime.
Dudo un poco.
Elena: ¿Podrías darme un beso? Solo quiero saber qué se siente al besar a una chica. Si no es muy malo buscaré a otra chica más adelante y si no me gusta ya sé que no podré hacerlo.
Ufff, vaya marrón!. Me quedé unos instante pensando y de forma inconsciente examiné su boca. Tenía unos labios carnosos y ligeramente pintados de rosa. Los dientes bonitos y blancos. La verdad es que era una boca preciosa pero era de chica.
Quise recordar mis besos con mi amiga Natalia años atrás como una experiencia muy agradable así que intenté quitarle importancia al asunto.
Leire: Si quieres yo te lo doy pero para hacer un trió no es necesario que las chicas se besen.
Elena: Ya pero yo sé cómo se lo monta esa y te aseguro que con su sobrina hace de todo.
Otra vez un silencio incómodo.
Elena: ¿Puedo entonces?
Leire: Claro.
Nos miramos a los ojos y acercamos nuestras bocas a escasos centímetros. Primero compartimos el aliento como en un test de compatibilidad. El suyo era fresco y no me desagradó. Después pego sus labios a los míos en un tierno pero largo beso. Unos besitos mas y por fin sus labios se abrieron dejando paso a su lengua hasta los míos. Nos morreamos y me hizo sentir extraña. Su boca sabía muy bien y me estaba haciendo sentir unas cosquillitas que me pillaron por sorpresa.
Se separó un instante.
Elena: ¿Lo hago bien?
Leire: Ya lo creo.
Elena: Entonces ¿Te ha gustado?
Leire:  Sí, sí ha estado muy bien.
Elena: ¿Puedo darte otro?


La verdad es que lo estaba deseando así que sin responderle siquiera acerqué mi boca a la suya nuevamente. En esta ocasión su beso fue mucho más apasionado. Cuando quise darme cuenta había metido su mano bajo mi suéter y me acariciaba las tetas. Pero no me importó porque mis pezones estaban duros y deseosos de ser acariciados. Estaba comenzando a ponerme cachondísima.
Cuando comprobó que mis pezones eran dos piedras me levantó el sueter y tiró del sujetador para sacarme las tetas. Era alucinante, en solo unos minutos Elena había conseguido hacer lo que ningún chico y allí estaba yo gimiendo dentro de un coche con los ojos cerrados mientras la secretaria de mi jefe me chupaba un pezón.
La agarré del pelo y tiré de ella para arrancarla de mis tetas y besarla cuando sentí un resplandor en mis parpados. Abrí los ojos y de pronto el claxon del coche y me sobresaltó. Di un salto en el asiento y justo en ese momento pude ver que a nuestro lado pasaba un coche. Pero no un coche cualquiera, era un BMX y su conductor era Jaime.
Leire: ¡Dios mío!, creo que era el coche de Jaime. ¿Nos habrá visto?
Elena: Tranquila. No lo creo.
Leire: Pero ¿Qué ha pasado?. El claxon era el de este coche.
Elena: Seguramente le hemos dado sin querer. Lo mejor será que nos vayamos. Esto se nos estaba yendo de las manos.
Leire: Tienes razón. ¿Sigue en pié lo de llevarme a casa?
Elena: Sí, sí por supuesto.
Elena arrancó el coche mientras yo devolvía mis tetas a su sitio.
Por el camino yo estaba muy preocupada preguntándome si nos habría visto Jaime. El calentón se me había pasado de golpe pero sorprendentemente Elena no había dado ninguna muestra de preocupación.
La miré por el retrovisor y vi que en su cara tenía dibujada una sonrisa contenida. No sabría decir muy bien por qué, pero aquella extraña sonrisa me inquietó.
Cuando llegamos a casa Elena me dio un piquito, le agradecí que me llevara y le di las buenas noches.
Cuando apenas había dado cinco pasos Elena me llamó desde el coche.
Elena: ¡Leire!
Leire: Sí, dime.
Elena: Eres una buena chica. Demasiado. Así que lamento que te haya tocado a ti pero quería demostrarle a Jaime que no es tan difícil llevarse a la cama a la mujer que a uno se le antoje.
Jaime no tiene vecinos pero que sepas que besarte me ha encantado. Bienvenida a la empresa.
Comenzó a reírse, arrancó el coche y me dejó allí de pié mirando como el coche se alejaba con cara de haberme caído de un guindo.
Aquella hija de puta me había utilizado para demostrarle a Jaime sus dotes de conquista y yo había entrado al trapo con todo.
Fue ella la que toco el claxon para asegurarse que Jaime nos viera. Por eso se había dado tanta prisa en sacarme las tetas. Ella sabía que Jaime saldría tras su actuación y que pasaría por allí. Desde luego la tía lo había hecho de puta madre.
Y todo ese rollo de la zorra y su sobrina era un cuento. Todo había sido un cuento.
Pero ahora… ¡joder! No me importa que Jaime me haya visto las tetas pero me hiere el orgullo que esta cabrona me haya utilizado con tanta facilidad. He quedado como una pardilla el primer día de mi nueva vida como responsable de campaña.
La única forma de corregir aquello era pagarle con la misma moneda.
No tenía ni idea de cómo pero tenía claro que haría algo para que quedase claro que si ella era un zorra yo podía ser una loba y comérmela con patatas.

Y eso fue lo que hice. 

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